abril 12, 2010

Esperanza


Esperanza

Iyari Feria


12 de abril, 2010

Ella siempre esperó. Él siempre esperó. ¿Qué hay que entender de un extraño? Sus actitudes hablan por sí solas. El humo que le sale entre los dientes amarillos, son palabras suficientes.

El ensimismamiento se vuelve obsoleto: yo me enmimismo.

¿Cuál es la iferencia entre tus pies y los míos? Yo no necesito calzado para andar. Me basta la piel herida de mis plantas para avanzar... pero tú te detienes en tus pasos, miras atrás y retrasas mi reloj sin cuerda.

Tienes tú los ojos que no terminan de mirar y yo los labios que no volvieron a curvarse por ti.
Los oídos oyeron demasiado... y la distancia ha hecho el resto.

¿Qué es lo exquisito de la lejanía? el no saber que estás, con quién estás, para qué estás, y si algún día los dos estaremos.

No se puede suprimir la apetecible duda que derrama la supocisión, y no puedes dejar de consumirte en mi silencio, mientras yo sólo fumo y escupo humo en tu rostro, dejando la altisonancia inecesaria.

Te sueno conocida: Verme sentada a tus pies, viendo nada, tragando humo y lágrimas que no se derramaron.
Me suenas conocido: de pie a mi lado, observando y detallando mis cabellos enredados. Creyendo saber qué pensaba, cuando yo sólo pensaba en callarme y quizá ahogar un grito en mi frustración.

Pese a todo ahí estamos sin estar. Yo para tí, tú para mi. Y ya no cuento tu tacto, que mis sentidos degollaron después del último abrazo en el que no recuerdo si mordí tus hombros, como deseaba.
No hay sitio para desdichas, sólo humo.

Esperanza, esperanza... y nunca supo mejor.