noviembre 27, 2016

Ya, ya...


Ya, ya...

27-11-16

Conforme pasan los años, tu propia cordura decide qué traumas seguir cargando consigo y cuáles dejar guardados en un rinconcito en el que no se asomarán para hacerte daño. Es ridículo pensar que aún siendo adulto se pueden acarrear complejos que te marcaron desde la infancia o preadolescencia, pero lo cierto es que sí, uno puede seguir llorando remembranzas, aún una década después.
No hay solución para ciertas cosas, esa es la verdad, y no, no es un pensamiento negativo; no es una discución y un debate entre ser realista o negativo, a menudo las cosas sólo son como son, es así de simple.
Tenemos pues, por ejemplo, que en mi caso no hay solución para esta forma de ser tan autodestructiva que construí con base a vivencias y malas decisiones. Lo único que solventa la situación es lo mencionado al principio: así como puedes guardar los traumas, también puedes guardar esos demonios que se asieron a tu piel y están encarnados en tu espíritu, esos demonios que así como pueden consolarte y abrazarte en una noche llena de desazón, pueden destruir lo que te rodea y a ti mismo en el proceso. ¿Que si quiero superar estas cosas? ¿que si quiero cambiar? Por supuesto que sí.
¿Que si lo haré? ¿que si tendré la determinación? Por supuesto que no. La autodestrucción es sumamente seductora y a veces dejarte llevar por ella, en dosis pequeñas, es excitante.
Aprendí a disfrutar del vértigo al sentirme caer.Pero por supuesto que duele.

Probablemente un día no volveré para contarlo.


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Ilustración de Chiara Bautista.

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